Abuelo.
Cuéntame aquella historia
que sólo tú eras capaz de hacérmela creer
con exageradas palabras de tu boca.
Abuelo.
Deja que crea que eres un viejo y poderoso dios
que sólo cumple mis deseos.
Abuelo.
Hoy no puedo quedar.
La vida me sucumbe en el mundo
y crezco perdiendo los sueños que creó tu deidad.
Abuelo.
Ya volveré un día de estos
y hablaremos de los recuerdos,
de cómo nos va la vida.
Abuelo.
Te estoy perdiendo en el olvido.
Abuelo.
¿No ves que no puedo dedicarte una mirada,
una sonrisa,
porque los demonios de la vida me vencieron?
Abuelo.
No llores por lo que me pase ni por mí.
Llora por los sueños que perdí en el camino.
Abuelo.
Tus ojos están más pálidos
y hay nubes grises en el fin de su mundo.
Quieren arrancarte de mi corazón,
llevarte de mi lado y convertirte en lluvia.
Abuelo.
Estoy aquí.
¿Me ves?
Abuelo.
Dios viejo y todopoderoso,
cumple mi último deseo
y deja que vuelva a soñar contigo.
Abuelo.
Cuéntame aquella historia
que sólo tú eras capaz de hacérmela creer
con exageradas palabras de tu boca.
Abuelo.
Llévate las lágrimas en silencio,
tus callados cantos para siempre
donde los dioses te esperaban hace tiempo
y deja que sea yo quien cuente ahora historias
que haga creer con exageradas palabras,
esta vez, de mi boca.
Abrazos literarios.
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