La inspiración, la creatividad, es algo que, por un lado, se trabaja pero, por otro, aparece en los momentos más insospechados.
Los elementos más simples o cercanos nos proporcionan ese tema para crear, escribir. Están a nuestro alrededor más presentes de lo que pensamos. Sólo tenemos que fijarnos un poco más y, en ocasiones, levantar la mirada del suelo.
Hay infinidad de temas que nos inspirarán.
La estatua
Petrificada en el parque
no mira más que a la nada.
Con sus movimientos extenuantes, imposibles,
ni se inmuta por los rostros que la observan.
Ha sido admirada y amada
por las manos que la llevaron a la luz.
Ahora es algo de lo que poder reírse,
que se puede tocar,
porque ella ya no tiene fuerzas
para seguir luchando contra el tiempo.
Son muchos los años que carga
en una contorsión imposible.
El tiempo es su corteza permanente.
Ahora es vieja, secular
y el parque es su guarida,
el musgo y la hierba sus vestiduras,
el viento, la lluvia y el sol sus visitantes.
A veces, sus ojos vacíos parecen perderse
en el recuerdo de nuevas formas,
pero caen rápidamente
al verse maniatada con piedra.
Al irme, suelo darme la vuelta
y siempre es la última en desaparecer
entre el follaje, cuando cae el sol.
Quizá sea porque en la noche
puede ocultar su dolor o,
simplemente, desentumecer
sus formas y descansar.
Quizá llora
cuando el viento y la tormenta
le golpean la cara,
porque las estatuas no pueden llorar
y por eso aquel viento,
aquella lluvia y aquel sol
la desahogan.
27 Infinitos